Un niño siempre interpela
Importancia de las imágenes para dar sentido a la Navidad
Óscar Perdiz Figueroa
El Buen Pastor, Esteban Murillo, circa 1660, El Prado1.
Las fiestas navideñas están marcadas en general, por la rutina, la indiferencia y el absoluto sinsentido. En la vorágine de actividades laborales, se percibe y se vive este periodo, como un paréntesis de dedicación a nada o al desfogue. El resultado es la insatisfacción y el regreso más o menos deprimido al automatismo laboral en enero. Sin embargo hay que recordar que se trata de celebrar el misterio de la Encarnación en la solemnidad de la Natividad de Jesús y en la Epifanía, no en vano en oriente están centradas en una misma celebración, el 6 de enero. Este artículo tiene por objeto tomar conciencia de lo que se celebra y ofrecer surcos de meditación y acción.
Imágenes que ayudan. Son innumerables las imágenes del Niño Jesús especialmente logradas, que trasmiten auténticos sentimientos de devoción, y que no caen ni en lo comercial ni en lo relamido. Algunas provienen de historias, cuajadas de leyenda, aventura y peripecias, como el Niño de Praga o el de Cebú, que el mismo Magallanes regaló a la reina del lugar una vez bautizada y extasiada por la belleza del niño que llevaban los descubridores. El Niño de Aracoeli en Roma (colina donde Augusto tuvo una visión de un rey que vendría, de modo que mandó erigir un ara). Este Niño, tallado en Jerusalén y llegado a Roma entre mil circunstancias, recibe cartas de niños de todo el mundo. Nadie las lee sino Él porque a Él están dirigidas. Es sorprendente el efecto que se puede lograr desde una imagen como la del Niño, de Juan Martinez de Montañez, de la catedral de Sevilla, un Jesús un poco mayor que nos recuerda que “crecía y se fortalecía en cuerpo y espíritu”2.
Las buenas imágenes del Niño no se quedan en sí, recuerdan su misteriosa misión de redentor del hombre. Algunas como un anónimo de Guatemala, presentan al pequeño niño crucificado. Cristofano Allori pinta al Niño durmiendo sobre una cruz.
Razones teológicas. “Perezoso, ¡levántate! El camino mismo ha venido a ti y te ha despertado”. Así exhorta Agustín de Hipona a ponerse en marcha y abandonar el infantilismo religioso y el nihilismo, comentando una verdad donde se apoya toda la vida cristiana: El Logos se hizo carne. La vida del hombre no se entiende fuera de la Encarnación y de la Redención de Cristo, al que llegamos a través de su humanidad. La amorosa relación con Cristo es siempre en presente, no se da con un gran hombre del pasado, sino con un amigo resucitado.
Las imágenes del Niño, ayudan a que las personas penetren en el misterio total que pesa sobre ellas: hay un proyecto amoroso sobre cada uno. Meditar en el Niño Jesús no significa olvidar los demás misterios de Cristo, sino darles sentido y recordarlos todos.
Trayectoria milenaria. La contemplación del misterio de la Encarnación a través del Niño Jesús, es siempre nueva. La proponen ya en los Santos Padres. Era tal la veneración de la gruta del nacimiento en Belén, que Adriano mandó cerrarla y dedicar un templo al hijo de Afrodita, para extirpar la superstición. Constantino erigirá allí una basílica y su madre Elena hará llevar a Roma el pesebre, que se conserva en la basílica de Santa María la Mayor. Ambrosio afirmaba que Cristo “se quiso hacer pequeño y débil para que tú fueras grande y fuerte”, San jerónimo, san León Magno ofrecen extensas meditaciones sobre este misterio. Grandes pensadores como Bernardo de Clairveaux o Anselmo de Aosta –que exclamaba: “qué dulce eres en el corazón que piensa en Ti”– son herederos de esta larga tradición que continuarán
La tradición de los pesebres o Belenes, para recrear la escena de la gruta, se le debe a Francisco de Asís, que en Greccio estableció un Belén viviente, los franciscanos llevaron esta tradición por todo el mundo. En México tenía tal peso la preparación a la celebración que nacieron las posadas en la novena de Navidad.
Muchos místicos han escrito o tenido revelaciones y experiencias de encuentro con el Niño y; desde Gertrudis de Gelfta hasta Faustina Kowalska, pasando por Teresa de Jesús, santa Brígida, Santa Catarina de Siena o Alfonso Maria de Liguori. Hay que recordar que las revelaciones son un absoluto regalo y no producto del capricho o pretensión humanos. Es un agravio exigir que Dios se revele.
Devoción, superar el infantilismo e ir al sentido. La devoción no ha de entenderse como mero fervor espiritual, superficial y pasajero, sino como un apelo interno: cómo responde el espíritu a tanto amor recibido. Contemplar es un grado profundo del ver, significa mirar –concentrar la atención– a un objeto con admiración, es la intuición de una verdad que conduce a un movimiento afectivo. La contemplación es la ciencia del amor que enamora el alma, llevándola de grado en grado a la altura del Creador, como afirma Juan de la Cruz en su Noche oscura. La oración cristiana es una acción teándrica, no se reduce a un esfuerzo y resultado humano.
El niño Jesús es Rey, hay que superar la pobre idea miope, que se tiene hoy de rey. El Rey es el prototipo del pueblo. A la vez, Cristo es creador, señor y rector del universo, porque todas las cosas le han sido dadas por el Padre.
Algo tiene que cambiar en Mí. Para no pasar de noche por el misterio, éste nos ha de activar en varios movimientos. 1. Tomar conciencia del momento presente y valorar la vida como un precioso regalo, único e insustituible, para mejorar el entorno. 2. Meditar el sentido que tiene tal acontecimiento para la propia vida: nadie está solo porque el amor de Dios se derrama de la manera más sencilla. 3. Para ello, servirse de alguna imagen y recuperar del pesebre y la meditación en él. 4. Agradecer la vida en lugar de quejarse, algunos sugieren lograr estar 30 días sin quejarse y ante una situación incómoda, en lugar del lamento, agradecer lo que se tiene. 5. Regalar lo más valioso que es el propio tiempo, el cariño, la admiración, comenzando por la familia, concebir la vida como un don recibido y llamado a donarse. En tal caso, hacer regalos significativos más que apantallantes. No olvidarse de los pobres, de los que no podrán celebrar una navidad digna: donar algo a los migrantes, a las personas sin techo, especialmente a los niños.
Solo así se forman vidas ascendentes, con sentido y no empantanadas en el instinto o en el narcisismo, ¡tanto amor no nos puede dejar indiferentes!
1 De Bartolomé Esteban Murillo - [1], Dominio público, ttps://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=9533667
2 Muchas de estas reflexiones las he sacado del delicioso libro M. DOLZ, El Niño Jesús, Almuzara, Córdoba 2010